martes, 8 de febrero de 2011

Cat

Al frio de la Catedral, sentados en los bancos del coro, la espalda sin apoyar y sin oir lo que los conferenciantes dicen. Acaso importa? No. En realidad, sólo quiero tener la cabeza ocupada para no pensar en él y en una relación que desde el principio no llevaba a ningún lado. Lo sabía. Lo sabía y aún así me arriesgué y volvería a hacerlo.
Tras no entender nada de lo dicho por los ponentes nos toca actuar, pero mi cabeza ya está en sus brazos y mi corazón volvía a sangrar por él....Porqué me hago esto?
Ni el frio de la Seu ni el frio de la calle calmó mi desolación. Volví a casa caminando. Sola. Triste. No me di cuenta del camino que había tomado hasta que me encontré frente a su casa. Volví sobre mis pasos pero algo me detuvo. Su gata. Qué haces fuera de casa? La gata seguía quieta, mirándome y yo no supe qué hacer. Mi dignidad y, sobre todo, mi orgullo me impidieron llamar a su puerta. Mi compasión por la gata me hicieron cogerla en brazos y acercarla a la casa. Condenado animal! Me había arañado las manos. Pero, porqué no quieres volver? Pues ahí te quedas.
Empecé a caminar. Quería alejarme de ahí. Y si me ve? Qué pensará de mi? Pues que soy una lunática. Que le acoso. Me abroché el abrigo y retomé mi camino, agazapada para que nadie me pudiera ver.
Al cabo de unos pocos pasos, me giré. La gata estaba tras de mi. Esta vez no me arañó cuando la cogí. Vamos, linda gatita. Seguro que no te echará de menos y yo te puedo cuidar sin problema.
Al llegar a casa, esta vez, directamente, la gata se instaló en un rincón a los pies de mi cama y ya no se movió de allí. Deambulaba por la casa, iba y venía lo que le daba la gana, pero siempre acababa a los pies de mi cama.
Una semana después, ya nos habíamos acostumbrado la una a la otra. Los gatos son animales extraños. Ahora compraba mas leche y latas de comida para gatos, eso era todo. Me preguntaba demasiado a menudo si él echaría de menos a la gata dado que ella no parecía extrañarle. La llamaba "Cat" y ella respondía, nunca supe si tenía otro nombre, ni siquiera cuando estuve con él.
Supongo que él no se había dado cuenta de su ausencia porque no había visto anuncio alguno de se busca gata extraviada ni nada por el estilo. Muy típico de él. Dudo que él mismo se diera cuenta de su propia ausencia si se pudiera dar el caso. Siempre había sido él y su santa voluntad inmediata. El futuro no existe y el pasado no importa. Cierto, pero, y el daño que puedes causar a los demás mientras satisfaces tu voluntad? Tampoco importa, supongo.
Meses después, Cat y yo nos fuimos de vacaciones a la costa. No quise dejarla en ninguna "guardería" de animales. Me había acostumbrado tanto a su compañia que no queria renunciar a ella, no quería arriesgarme a perderla, a que alguien la reconociera y se la tuviera que devolver a él. Ya no pensaba en él, salvo por el miedo a perder a mi Cat. A mi gata. Mia.
Al llegar al apartamento que había alquilado al lado de la playa, la gata se acomodó en mi cama y salí a comprar. Al volver, Cat no estaba.

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